Viernes 5 de diciembre Dios Te Conoce, Te Llama y Te Capacita

Texto bíblico Jeremías: 1:4-10

“4 La palabra del Señor vino a mí y me dijo: 5 «Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones». 6 Yo respondí: «¡Ah, mi Señor y Dios! ¡Soy muy joven y no sé hablar!». 7 Pero el Señor me dijo: «No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe y vas a decir todo lo que yo te ordene. 8 No tengas temor delante de ellos que yo estoy contigo para librarte», afirma el Señor. 9 Luego extendió el Señor la mano y, tocándome la boca, me dijo: «He puesto en tu boca mis palabras. 10 Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos, para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar».”

Algunos pensamientos

Jeremías fue un profeta del Antiguo Testamento que escribió alrededor del año 600 A. C. Su libro comienza con un pasaje muy interesante, especialmente considerando algunos de los roblemas de las sociedades seculares actuales. Lo que llama la atención de inmediato es que Dios conocía a Jeremías antes de formarlo en el vientre de su madre. De la misma manera, Dios nos conocía a ti y a mí antes de formarnos en el vientre materno; de hecho, nos eligió antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). Tenemos una idea clara de que Dios sabe todo sobre nosotros incluso antes de que existiéramos, y tiene sentido que, el Dios que nos creó, nos conozca mejor y tendrá un propósito para nuestra vida.

Ciertamente, nuestra vida comenzó en la concepción en el vientre materno, pues ella fue la primera que nos albergó, ¡quien fue un hogar para nuestro tierno ser! Una cultura secular de mente cerrada se hace de la vista gorda, voluntariamente, ante esta verdad monumental (Isaías 49:1). Jeremías dice que, su vocación ya estaba predeterminada, pero al igual que Abraham, Moisés y Daniel, Jeremías se quejó diciendo que no podría hablar en nombre de Dios. Se oponía al llamado divino, creyendo que era demasiado joven. Él necesitaba escuchar las palabras que muchos siglos después Pablo le dijo a Timoteo (1 Timoteo 4:12 e, al igual que pasó con Isaías, Dios tocó los labios de Jeremías, dándole las palabras que podía pronunciar. Dios le prometió Su presencia y protección. Jeremías no tenía razón paratenerle miedo al pueblo. Una y otra vez, Dios lo libró de situaciones peligrosas, aunque ciertamente su vida estuvo marcada por un gran sufrimiento. El libro está lleno de sinceras conversaciones entre él y Dios, donde se revela la íntima relación entre ambos. Finalmente, la tradición cuenta que su propio pueblo lo apedreó en Egipto hasta la muerte, por judíos exiliados que rechazaron su mensaje.

No sé con cuánta frecuencia recordamos nuestro papel en el desarrollo más amplio de la historia de Dios. ¿A qué tarea te ha llamado Dios hoy? Pero, ya sea que estemos en las extensas praderas de Kansas o en las bulliciosas calles de Hong Kong, supongo que la mayoría de nosotros nos sentimos insignificantes en lo que Dios hace hoy en Su Reino. ¿Qué diferencia hago yo realmente? ¿Es mi vida importante o soy solo una más de los miles de millones de personas en este planeta por quienes Dios se preocupa? Ese pensamiento en nosotros es en realidad otra versión de lo que Jeremías dijo: «No puedo hablar por Ti, Señor. Soy demasiado insignificante en Tu gran diseño para el mundo». Esto, por supuesto, es una mentira pues, la Palabra de Dios para ti y para mí es la misma que le dio a Jeremías: “Yo estaré contigo, te guiaré y te daré las palabras que debes decir. No pongas excusas ni te hundas en tu propio mundo. ¡Tengo un propósito para tu presencia en la tierra! Te amo. Envié a mi Hijo para que Él sea tu Mesías, tu Salvador. No me menosprecies a mí ni a mi precioso regalo con esos pensamientos que tienes”. Amigo y amiga, el Señor conoce todos los detalles del día en que vives. ¿Qué te dice Dios sobre hoy en este pasaje? Anímate, quédate quieto y escucha. Dios sigue cumpliendo Su voluntad a través de personas comunes como tú y como yo. Quizás no encontremos nuestros nombres en la Biblia, pero sin duda, estará en el libro de Dios sobre la historia del mundo.

Oración

Padre celestial, me resulta muy fácil vivir cada día enfocándome demasiado en las cosas que debo hacer en el día, tales como el empleo, las vueltas a las tiendas, pagar las facturas, leer las noticias. Incluso cuando leo Tu Palabra, con demasiada frecuencia, es como poner una palomita en la lista de mis tareas diarias. La verdad, aunque es vergonzoso confesarlo, frecuentemente y de inmediato olvido lo que leo. Mi mente está en otra parte. La intimidad con la que me dices de Tus palabras: «Te conocí antes de formarte en el vientre de tu madre», es inquietante. Esa familiaridad es más profunda que cualquier relación que yo haya conocido. Perdóname por ignorar el deseo que tienes para guiarme por el camino que has preparado para mí, un camino de trascendencia eterna. Me arrepiento de la torpeza de mi mente y de mi voluntad. Que con Tu ayuda, cuando lea Tus palabras, permanezca, en calma hasta que escuche Tu voz y encuentre Tu propósito en lo que me dices. Ayúdame a deleitarme en Tu presencia. Te lo ruego por Jesucristo, quien contigo y el Espíritu Santo reinan como un solo Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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