Segundo Domingo de Adviento, 7 de diciembre Arrepiéntanse, es la Demanda
Texto bíblico: Marcos 1:1-8
“Comienzo del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. 2 Sucedió como está escrito en el libro del profeta Isaías: «Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino». 3 «Voz de uno que grita en el desierto: “Preparen el camino para el Señor, háganle sendas derechas”». 4 Así se presentó Juan, bautizando en el desierto y predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. 5 Toda la gente de la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén acudía a él. Cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán. 6 La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello. Llevaba puesto un cinturón de cuero y comía langostas y miel silvestre. 7 Predicaba de esta manera: «Después de mí viene uno más poderoso que yo; ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. 8 Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo»”
Algunos pensamientos
Marcos inicia su libro anunciando las “Buenas Nuevas”, que en griego se dice, evangelion, de donde se deriva, entre otras palabras, el término “evangélico”. Con frecuencia se traduce como evangelio. Desde el comienzo de su escrito, Marcos identifica al Señor Jesús como el Mesías, que en el idiomahebreo significa el ungido.
En el Antiguo Testamento, los profetas, sacerdotes y reyes eran ungidos con aceite, indicando la presencia, bendición y autoridad de Dios sobre esas personas. Por eso, la gente debería tomar en serio las palabras del profeta. Dios hablaba literalmente por boca del profeta. Israel había estado esperando a un descendiente del rey David, el Mesías, el Ungido. Este pasaje que leímos no se refiere tanto a Juan el Bautista sino a Jesucristo, el tan esperado Mesías. Marcos argumenta sobre la identidad del Señor Jesús citando dos de las profecías más prominentes del Antiguo Testamento: Malaquías e Isaías. La iglesia primitiva se refería a sí misma como “el Camino”, quizás en referencia a esto mismo es que se cita a Isaías.
Juan generó gran interés en el público parcialmente porque no había habido profeta de Dios durante casi 400 años y ahora Juan, como el profeta de antaño y respetado Elías, apareció del desierto haciendo un llamado a todos al arrepentimiento y a la confesión de sus pecados. Su bautismo era una señal visible de que las personas se había arrepentido y se habían vuelto a Dios en busca de perdón. Grandes multitudes acudieron para ver y escuchar el mensaje de este Juan. Las Escrituras dicen que toda Jerusalén y toda Judea, aproximadamente 7300 kilómetros cuadrados (desde el Mediterráneo hasta el Mar Muerto y el Mar de Galilea), salieron al desierto para ver a este profeta del desierto.
Como sabrás, las primeras semanas de Adviento se centran en el ministerio de Juan el Bautista y su mensaje de arrepentimiento como preparación para la venida del reinado de Cristo. Nosotros también, más de 2000 años después, esperamos este advenimiento de Cristo. Hoy estamos más cerca de ese glorioso evento del que Juan profetizaba. La esencia de su mensaje fue el arrepentimiento, sin duda es un mensaje para todos nosotros hoy día, que con un corazón arrepentido, esperamos la venida, el advenimiento, de nuestro Salvador. Ahora pregunto ¿vivimos hoy con la expectativa del inminente regreso del Señor? ¿Qué impacto tiene ese pensamiento de arrepentimiento en nuestra vida hoy?
Oración
Señor, me pregunto que, si hubiera vivido en la época de Juan el Bautista, ¿habría ido al desierto para escucharlo? Mi vida ahora está llena de tantas distracciones. Me cuesta concentrarme cuando oro. Parece que no puedo hacer lo que debo. Termino perdiendo el tiempo y haciendo cosas triviales. Siendo sincera, a veces evito estar a solas contigo. Me es vergonzoso ser transparente. Quizás una parte de mí piensa que Tú estás cansado y decepcionado conmigo, por ser yo una seguidora muy voluble. Padre, tómame en Tus brazos y permíteme escuchar de nuevo la voz de Juan. “Arrepiéntete”. Y Tú, Señor, ven. Ven Señor Jesús, ven. Amén.